Desaparece Meade; Nuño al relevo
La historia se encarga, una y otra vez, de demostrar que es cíclica; que, aunque en diferentes escenarios y con distintos personajes, las circunstancias se repiten. En 1994, el que fuera secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio, cayó abatido por balas asesinas en Lomas Taurinas, un barrio de Tijuana. En su lugar retomó la campaña del PRI quien ocupara la cartera de Educación. Otra vez, el exministro de la SEP sucede al exsecretario de Sedesol.
En aquellos tiempos se arguyó que Luis Donaldo no despegaba, que su campaña iba de pique y que debía ser substituido si el PRI deseaba conservar la Presidencia; sin embargo, quienes no comulgan con ruedas de molino, encuentran una estrecha relación entre el discurso que pronunció en el monumento a la Revolución durante la celebración de la Vigesima Sexta Asamblea Nacional priista, y su artero asesinato que se ha ido embrollando al paso del tiempo.
Ahora, también se decía que la campaña de Meade no encendía y que los mismos priistas, si es que eso signifique algo, estaban desencantados y que algunos estaban a punto de saltarse las trancas, sobre todo por el empeño del candidato y de sus asesores en buscar distanciarse del tricolor, como si fuera un apestado. Realmente, no hubo una postura clara y definitiva, pues si unos lo querían más priista, el resto lo quería lejos del partido estigmatizado por la corrupción.
Con Colosio, muchos de los aspirantes con posibilidades reales de entusiasmar a las masas, no pudieron participar por los candados electorales que hacía obligada una renuncia anticipada. En aquellos días, solamente Ernesto Zedillo, secretario de Educación, había renunciado dentro de los tiempos estatutarios para irse de coordinador de la campaña, de tal suerte que a querer o no, resultó el candidato substituto, haciendo lo que Colosio dijo que haría, renegar de Salinas.
Meade simplemente desapareció y en su lugar ha entrado el secretario de Educación, Aurelio Nuño, también renunció con la oportunidad debida para irse a coordinar la campaña que no calentó el ambiente. Nuño no es un priista de hueso colorado, como no lo fue Zedillo; pero sí logró crear simpatías en el magisterio porque, aunque se mostró enérgico, a la hora de la hora, dejó la tarea pendiente y a poco las aguas volverán a su cauce en el quehacer magisterial.
De esta manera, la historia se repite y, de tener un epílogo similar, Nuño llegará a la Presidencia para dejarla, a la vuelta del sexenio, en manos del Parido Acción Nacional, un partiquino muy a modo con el cual el sistema busca convertirse en bipartidista como en los Estados Unidos.
La única fuerza capaz de evitar que la segunda parte de la tragicomedia mexicana se repita es Morena, el partido que va por un cambio real y que ha asustado algunos de los aborígenes con propuestas aventuradas y, ciertamente, novedosas. Sin embargo, el reacomodo de fuerzas viene a resultar interesante y no sería nada peregrino que se polarizara la contienda política entre los que desde la perspectiva colaboracionista, que siempre deja buenos dividendos, se unan en un nuevo pacto para hacer bola, y los del otro lado que, sin transigir ni un ápice, van por la muda.
Ahora que Meade se ha vuelto ojo de hormiga, se echa de ver que, aunque con todas las virtudes que se le achacarán, no tenía algunos de los elementos indispensables para llevar por buen camino las tareas de gobierno, esencialmente las que tienen que ver con el desempeño de cargos ejecutivos, pues toda su vida fue un burócrata que obedeció las órdenes de otros.
No faltará quien diga que de nada le sirvió al actual mandatario su experiencia ejecutiva, dados los tristes resultados de su gestión. El país está en crisis y apenas empiezan a resentirse los efectos de los yerros acumulados en la economía y las finanzas.
El dólar ya brincó la barrera de los 20 pesos, y aunque sea Día de los Inocentes, va en caída.
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